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21.3.10

Consejos básicos

Alberto G. Alonso - Domingo, 21 de Marzo de 2010 - Actualizado a las 08:29h.

Suerte, mucha suerte". Es lo primero que le desea Jesús a Ibai cuando se saludan a las puertas del parque de Bomberos de Bilbao. Son el veterano y el aspirante. Jesús Alonso Barreña, 60 otoños bien llevados y sin apenas canas, acaba de jubilarse. Ibai Uriarte acaricia su 23 cumpleaños y no desea otra cosa en el mundo que ser bombero.

No se conocen pero enseguida surge la química por una profesión querida y con épica. Un trabajo de socorro en el que uno ya ha demostrado todo su valor y el otro anhela enseñar cómo vienen de preparadas las nuevas generaciones. DEIA les ha juntado para que el Abuelo, como le conocen todos en el parque a Jesús, dé las primeras lecciones a Ibai, un joven de Balmaseda que dejó sus estudios de Magisterio hace año y medio para volcarse en las oposiciones, aunque le haya supuesto alguna bronca en casa.

"Por las mañanas estudio la teoría y por la tarde me preparo para las pruebas físicas" desvela Ibai. "Lo mío es pura vocación, aunque algunos digan que no existe". El chaval ha mamado desde pequeño su amor por el fuego. Tiene familia en el servicio foral de bomberos y muchos de sus amigos ejercen en el parque de Balmaseda. "Les aburro a preguntas cada vez que voy por allí", indica con orgullo. Su pasión es tal que ha acudido a las oposiciones que el Principado de Asturias tiene abiertas "para ir cogiendo tablas". Ha superado ya las tres pruebas físicas y espera seguir mientras salen las de Bilbao. "Ese espíritu es muy importante", le corta el Abuelo. "Significa que tienes ganas y voluntad y eso te va a abrir muchas puertas. ¿Qué tal llevas el euskera?" le pregunta a colación. "Sin problemas", contesta seguro el aprendiz.

Las batallas del veterano se acumulan en una conversación trufada también de consejos. "Pégate a un veterano y aprende de él. Es el que te va a enseñar a ser bombero. La teoría vale, pero la práctica te la van a dar los compañeros", indica mirándole a los ojos. Ibai suelta un convencido "seguro, así lo haré" y se deja imbuir de ese espíritu de solidaridad, necesario entre los miembros del Cuerpo, y obligado con la sociedad a la que sirven.

"Este trabajo tiene muchas compensaciones, y a nivel personal más. Son detalles sutiles que son sólo tuyos", le confiesa íntimo. Sin romper la magia del momento, Jesús saca del baúl de sus recuerdos con olor a hollín una intervención en el fuego de una vivienda del Casco Viejo "hace no sé cuántos años". El aspirante atiende. "Fue un niño, un pequeño que yo lo bajé agarrado al cuello y no se me soltaba a pesar de que, una vez abajo, su madre quería cogerlo en brazos".

El humo se disipa en su memoria. Se explaya en detalles. "Entré por la ventana, mientras otros compañeros accedieron por la escalera y derribaron la puerta. Una vez dentro fui a una habitación y encontré al crío agarrado a una almohada, era su forma de protegerse. Sin embargo, al verme, la soltó, se me agarró al cuello y le saqué. Una vez en la calle, la madre tiraba de él y no me soltaba. Son momentos intensos, no se olvidan nunca".

Mientras pasean entre los camiones cisternas, el encuentro fluye como el agua hacia detalles más prácticos. El material de los chaquetones ignífugos, los tipos de mangueras, cómo han evolucionado los cascos o los equipos de respiración. "Ahora si te quedas quieto un minuto, si te ha pasado algo en un incendio, un silbido y una luz destellante marcan a los compañeros tu ubicación", explica el veterano. Ibai se está volcando en estos datos técnicos. "Lo más importante es estudiar. Por muy bien físicamente que estés, donde se va a partir el bacalao de la oposición es en la teoría", asegura convencido.

El opositor se interesa por la pizarra que se muestra en el patio del parque, donde está escrita la lista de profesionales de guardia. El Abuelo desgrana que son cinco grupos de tres bomberos. "A esos equipos les llamamos chimeneas, en honor al montón de incendios que antaño provocaban las chimeneas y eran apagados por grupos de tres compañeros, ya que no eran muy costosos". Jesús descubre al aprendiz otro término propio de Bilbao: el revolinchón. "Es ese efecto del fuego, que parece que se ha descubierto ahora con el nombre de flashover, y que se produce cuando abres una vía de oxígeno en un habitación cerrada y se inflaman las llamas de forma súbita. Puede tirar hasta las paredes de un edificio. El revolinchón es uno de los primeros fuegos que los veteranos te enseñan a temer".

La despedida llega con ambiente de satisfacción por ambas partes. Los dos se quedan un rato aún en Garellano. No lo dice pero se intuye que Ibai desea que esta entrada al parque de Bilbao sea la primera de otras muchas miles a lo largo de su futura historia profesional.


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