«Creí que me quemaba como un pollo». Teresa Okenda, vecina del barrio bilbaíno de Santutxu, llegó a pensar que no contaba lo que estaba presenciando, asomada al balcón de su casa.
El incendio desatado en una de las viviendas del inmueble en el que reside, ubicado en el número 12 de la calle Sorkunde, frente al ambulatorio, la mantuvo en vilo durante una «larguísima media hora». La señora, de edad avanzada, asistía desde su quinto piso al preocupante «humo negro, muy negro», y las «enormes llamaradas» que amenazaban con trepar por la fachada y alcanzarla.
Al parecer, el culpable del «terrorífico incendio» que alteró la víspera de Reyes a esta pequeña comunidad de vecinos fue un «inocente» secador de pelo. Según fuentes municipales, el propietario del bajo izquierda, un señor de 70 años, estaba secando un colchón en el interior de su domicilio cuando el aparato eléctrico que utilizaba soltó una chispa, que al parecer liberó las llamas. Se da la circunstancia de que en la misma estancia en la que se encontraba el vecino había una estufa de queroseno. Las estructuras del inmueble, de madera y con más de cien años de antigüedad, comenzaron a ceder ante el fuego, que en cuestión de minutos se extendió al portal y la escalera.
El incendio desatado en una de las viviendas del inmueble en el que reside, ubicado en el número 12 de la calle Sorkunde, frente al ambulatorio, la mantuvo en vilo durante una «larguísima media hora». La señora, de edad avanzada, asistía desde su quinto piso al preocupante «humo negro, muy negro», y las «enormes llamaradas» que amenazaban con trepar por la fachada y alcanzarla.
Al parecer, el culpable del «terrorífico incendio» que alteró la víspera de Reyes a esta pequeña comunidad de vecinos fue un «inocente» secador de pelo. Según fuentes municipales, el propietario del bajo izquierda, un señor de 70 años, estaba secando un colchón en el interior de su domicilio cuando el aparato eléctrico que utilizaba soltó una chispa, que al parecer liberó las llamas. Se da la circunstancia de que en la misma estancia en la que se encontraba el vecino había una estufa de queroseno. Las estructuras del inmueble, de madera y con más de cien años de antigüedad, comenzaron a ceder ante el fuego, que en cuestión de minutos se extendió al portal y la escalera.
Los inquilinos, alertados por el «insoportable olor a quemado» y el humo que empezaba a penetrar en sus viviendas, asistían a los hechos «atemorizados». «He presenciado algún que otro incendio en mi vida, pero ninguno comparable a éste», reconocía Teresa, aún en estado de 'shock'. Y añadía: «No sabía qué hacer ni a dónde acudir, estaba asustadísima y no veía salida porque vivo en el último piso».
La fortuna quiso que un bombero fuera de servicio pasase por el lugar de los hechos en el momento adecuado y rebajase el incidente a la categoría de susto. Este particular 'ángel de la guarda', que responde a las iniciales de I.G.E., reaccionó deprisa y alivió unas consecuencias que podrían haber sido mucho más graves de no haber contado con su actuación. No se lo pensó dos veces y acudió al ambulatorio, en la acera de en frente, en busca de algo con lo que sofocar las llamas. Tras romper la caja de cristal que la encerraba, se hizo con la manguera de incendios del centro sanitario y salió a la calle para extinguir el fuego, que ya empezaba a escalar el inmueble.
«Su actuación ha tenido una importancia crucial para evitar daños mayores en los últimos pisos», reconocían sus compañeros del cuerpo de Bomberos. La brigada de emergencias, que recibió el primer aviso a las 11.21 horas, tardó casi dos horas en sofocar las llamas. Además de extinguir el incendio, los efectivos tuvieron que desalojar a varios vecinos por el balcón, ya que las escaleras del portal se hallaban repletas de humo y en un estado impracticable. El propietario de la vivienda en la que se produjo el incidente fue trasladado al hospital con quemaduras leves en la cara y síntomas de intoxicación. Otras dos residentes, de 59 y 80 años, respectivamente, también fueron evacuadas con daños causados por el humo. Una ambulancia situada en el exterior de la vivienda atendió a su vez a otros siete afectados, entre los que había seis mujeres de edades comprendidas entre 15 y 70 años, y un niño de 4. La mayoría de ellos, con síntomas de intoxicación, así como cuadros de ansiedad en alguno de los casos.
«Un susto terrible»
Los residentes fueron desalojados mientras los Bomberos extinguían el fuego. Dos horas después del incendio, todos subían a sus casas por un portal calcinado y sumido en la más negra oscuridad. «Nos han dicho que podemos volver tranquilamente, pero iremos a comer a casa de unos familiares para que la casa se ventile un poco», explicaba Susana, inquilina del cuarto derecha desde hace cinco años. Ella vivió «este susto terrible» junto a su hija mayor, de 17 años, y otro pequeño, de 4. «Nos hemos enterado gracias al niño, que no paraba de decir que olía fatal», relataba. Aunque tenían previsto dormir en casa, «tenemos todo lleno de hollín y el mal rato que hemos pasado no no los quita nadie», aseguraban los afectados.
elcorreo.com
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