Los Bomberos de Bilbao tuvieron que redoblar ayer sus
esfuerzos. Y es que no se imaginaban ni por asomo la que se les venía
encima. Unos 3.000 niños acudieron a la jornada de puertas abiertas que
los profesionales habían preparado con motivo de la festividad de San
Juan de Dios. Espoleados por el buen tiempo, las familias respondieron y
en el parque se llenó hasta la bandera. «Estamos desbordados. Este año
es el que más público ha venido con mucha diferencia», relataba Txus
Romero, al tiempo que se felicitaba de que «¡en Bilbao hay cantera! El
día de mañana no sé a qué querrán dedicarse, pero hoy todos lo tienen
claro: Bomberos»
Pasear en el camión de los Bomberos fue uno de los grandes reclamos de la jornada. :: LUIS ÁNGEL GÓMEZ |
Los más pequeños se quedaron en los hinchables y
balancines. Los mayores, en cambio, querían probar las emociones fuertes
del renovado parque: escalas que subían a los más valientes a 30 metros
de altura, una galería de humo... La gran afluencia de público provocó
que, desde primera hora, empezaran a formarse largas colas, donde
algunos llegaron a estar más de media hora. Irati miraba cómo otros
niños se tiraban desde la tirolina. Ella no se pudo montar porque había
llegado tarde y «hay tanta gente...». De todos modos, sí pudo subir al
Gargantúa, que otro año más mantiene su gancho. «Encima se me ha quedado
un pie enganchado cuando bajaba», decía la pequeña de 8 años.
Aparcados en fila, los camiones impresionaron a los más
pequeños. Ninguno se resistía a subir en sus cabinas y tocar todo lo que
les llamara la atención, mientras sus padres, orgullosos, les
retrataban con los móviles. Y es que ellos eran los protagonistas.
Cascos, chaquetones, botas... El vestuario era otro de los grandes
reclamos. Oier, a sus tres añitos, no quería marcharse de las
instalaciones sin probarse toda la indumentaria. Apenas se le veía. Su
amama y aitite, que le acompañaron en la excursión, no paraban de reírse
al verle. A pesar de su predisposición a la hora de participar en todas
las actividades, él no se veía a sí mismo en el futuro como un
'apagafuegos'. «Yo lo que quiero ser es cortapelos», decía.
La jornada resultó todo un éxito. La avalancha infantil se
diluyó deseosa de repetir la experiencia el próximo año, mientras los
anfitriones no ocultaban su satisfacción.
elcorreo.com
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