«¡Me quieren matar!», gritaba la mujer cuando M.S.M. se acercó a ella. Se agarraba de forma desesperada con las dos manos a un hierro que sobresalía en la orilla de la ría. Tenía los ojos morados y cortes en la cara. «Eso no se lo ha hecho con el marco de la puerta. Pensé que la habían golpeado y la habían tirado a la ría, miré pero no vi a nadie, tenía que ayudarla».
El ertzaina -'berroci'- había salido a practicar piragüismo por la ría. «Llevaba ya una hora y media remando». Eran aproximadamente las dos y media de la tarde cuando se disponía a entregar la embarcación alquilada en el pantalán del Museo Marítimo. De repente, escuchó: «¡Socorro, socorro!». Las voces procedían del otro lado de la ría. Mientras se acercaba a la mujer, silbó al responsable de las piraguas para advertirle de que había «una persona en el agua».
Un hombre se acercó a la barandilla en el muelle de Zorrozaurre, y M.S.M. le pidió que llamara de inmediato al 112. La mujer se encontraba bastante alterada y «ya no aguantaba más; al tratar de impulsarse hacia arriba, se caía». El policía pensó primero en subirla a la piragua, aunque lo descartó porque entonces «caeríamos los dos al agua». «He tratado de actuar con sentido común, ha sido todo muy rápido», advierte horas después del suceso.
La sujetó de un brazo mientras ella apoyaba su cabeza en el borde del bote. En dos ocasiones la mujer hizo amago de sumergirse y tragó mucha agua. «¡Me quiero morir!», repetía. El agente trató de tranquilizarla. Le preguntó el nombre. «Ana, ¿qué te ha pasado?», pero no respondía. En ese momento, llegó el monitor de las piraguas y agarró a la mujer del otro brazo, pero ella se soltó y se hundió bajo las embarcaciones. «Ahí pensaba que se nos iba, que la perdíamos», admite. Cuando intentaban auxiliarla, ella misma emergió súbitamente para tomar aire y pudieron volver a alcanzarla. «La agarré de donde pude, de la camiseta y hasta del pelo». A los pocos minutos llegó una patrulla de la Ertzaintza. Los agentes lanzaron una cinta de las que se utilizan para acordonar y uno de ellos intentó descolgarse para ayudar a la mujer.
«Te sale como persona»
Afortunadamente, el agua no estaba fría. «Si hubiera ocurrido en enero, los quince minutos que permaneció en la ría le habrían provocado una hipotermia». Un hombre rana de los bomberos se lanzó al agua y subió a la mujer a una lancha con la que la acercaron hasta el muelle, donde aguardaban para atenderla los sanitarios de una ambulancia que la trasladaron al hospital de Basurto.
M.S.M. sólo sabe que la mujer a la que había salvado la vida se llama Ana y tiene 47 años. Anoche iba a ir a visitarla al centro hospitalario donde estaba ingresada para interesarse por su estado. «No ya como ertzaina, actuar así te sale como persona. Otro hombre colaboró llamando al 112, y los Bomberos en lo definitivo», explica huyendo de protagonismos.
En los 18 años que hace que salió de la Academia de Arkaute, M.S.M., de 42 años, se ha tenido que enfrentar a otros episodios dramáticos. Recién licenciado, una noche en La Ribera redujo a un conductor ebrio que arrastraba en los bajos del coche a una chica tras arrollarla. «Ya la daba por muerta», confiesa. La joven sufrió lesiones, pero se salvó. En la última campaña electoral, se enfrentó a un hombre que roció con un espray a su mujer y a su suegra para intentar quitarle al niño en Etxebarri.
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